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20 septiembre 2005

Siempre ocurre así cuando se avecinan días de revolución...

...Y hay pocos días tan representativos del cambio que toda revolución supone como un aniversario. Un recordatorio de ése cambio, precisamente.
Un cumpleaños. El mio. Y no uno cualquiera, al parecer.
Hoy cumplo cuarenta años.
"Verdaderamente todos los corazones se muestran medrosos. Apenas se pude conversar con alguno que no veáis abatido y lleno de pavor", dijo el Poeta, y la frase parece expresamente escrita para describir a aquellos infelices que en estos tiempos extraños cometen la indignidad de cumplir cuarenta años. Pringaos.
Llevo todo el día escuchando bromas e indirectas, recibiendo amables felicitaciones y mensajes de cariño de mis amigos en los que asoma una y otra vez el latiguillo de la cuarentena. Se supone que tengo que estar deprimido. Se supone que tengo que tener resignación pero estar al mismo tiempo malhumorado o al menos un poco deprimido. La musiquilla irónica, casi sardónica, de toda esa gente que me quiere ha sonado durante todoe el día en mis oídos. Y por supuesto, cada vez que al oírles respondía que me encontraba estupendamente no hacía mas que confirmar una supuesta melancolía mal disimulada.
Por supuesto, sé a que se debe toda esta tontería. En nuestra sociedad, si no eres joven no eres nada. Dinero, Juventud y Belleza son los tres pilares que hacen que una vida moderna merezca la pena, y la pirámide social del triunfo te coloca arriba o abajo en función de cuánto tengas de las tres. Obviamente el dinero no es fácil de obtener, pero al menos puedes trabajártelo, o tener la esperanza de un golpe de suerte. La belleza escapa aún más a nuestro control, pero si tienes dinero puedes ayudarte de la cirugía, la ropa, el gimnasio y los cosméticos. Pero la juventud... La sensación angustiosa, insistentemente repetida desde todos los medios de que la juventud es lo máximo, lo mejor, lo más, lo único admirable, hermoso y deseable hace que uno tenga la sensación de haber nacido con una cartilla de ahorros que funcionara al revés, y en la que el patrimonio original fuera disminuyendo de un modo imparable. Puedes bracear desesperadamente contra ese fluir de la arena en el reloj imitando el lenguaje de los jóvenes, oyendo su música, vistiendo a la ultima, esforzándote desesperadamente por estar "en la onda" y "al loro" hasta extremos patéticos, o reaccionar con el disimulado desprecio y la hostilidad envidiosa de quien sabe que ha perdido algo que pasa por delante de sus ojos indolentemente y que él ya nunca volverá a tener.
Es decir, en cuanto dejas de ser joven pasas a convertirte automáticamente en un hortera o en un carca. Y de ahí al cementerio dos pasos, porque es como si hubieras dejado de existir, como si socialmente se te considerara ya cadaver. Todo lo que hagas será impropio, y si tienes la insensatez de dirigirte a alguien que no sea de tu edad o superior con alguna intención de socializar automáticamente serás un plasta o un viejo verde (a no ser que tengas una cantidad enorme de dinero, en cuyo caso seguirás siendo visible).
Sea como fuere, el caso es que la mayor parte de la gente que me conoce -es decir, conocidos, no amigos -intenta clasificarme en alguna de las categorias anteriores, y algunos, cuando no lo consiguen, parecen incluso a punto de cabrearse. Lo siento por ellos, porque su desconcierto los hace parecer confusos y vulnerables en medio de su cabreo. Hasta tal punto lo siento que voy a intentar explicarme.
En primer lugar, nadie quiere volver a tener vente años otra vez. Es una mentira como una catedral. Es un contrasentido total. La persona que enuncia el deseo tiene x años, y es una persona completamente distinta de la que era cuando tenía veinte años. Como ser uno mismo es la primera regla elemental de supervivencia de todo individuo, ser él mismo con veinte años sería pasar a ser otro, es decir, la muerte del ser que lo desea. Como nadie en su sano juicio desea dejar de existir, cualquiera que afirme tal cosa en realidad miente como un vil bellaco.
Lo que el individuo quiere decir en realidad es que le gustaría tener el cuerpo de cuando tenía veinte años. En la mayor parte de los casos la gente se "deja llevar" o "se abandona" al llegar a cierta edad, y la buena vida, el sexo estable y la comodidad les hace engordar y perder la forma delgada y nerviosa de cuando eran unos cachorros histéricos bullendo de hormonas y desesperados por mojar. Pero he aqui que la publicidad y la moda nos dicen que eso, parecer un cachorro de humano histèrico y famélico, es lo correcto, lo hermoso, lo deseable, y que todo lo que se aleje de ello es incidir en la fealdad. Y así, modelos de catorce años con medidas imposibles hacen que muchachas de esplendida hermosura que estrenan la veintena empiecen a agobiarse y a quitarse años a medida que sienten que se alejan de las tallas y las fotos de las portadas del Cosmopolitan. No saben -y lo que es peor, la presión es tal que de saberlo no les importaría -que engordamos con tanta facilidad y cambiamos todos a la vez al llegar a ciertas edades y circunstancias porque durante cientos de miles de años fuimos máquinas de ahorro eficiente que tenían que alimentarse a toda prisa y mantenerse vigilantes mientras corrían con sus hijos a cuestas, de peñasco en peñasco, escapando de los leopardos que les mordían el culo. Estamos diseñados para almacenar energía y gastar poco, y cada uno de nosotros -hablo del mundo occidental o desarrollado -engordando plácidamente y viendo discurrir ante sí una vida próspera cumple los sueños y expectativas de miles de generaciones anteriores que comieron bayas y raíces en la Sabana Africana, siempre durmiendo con un ojo abierto. Si todas esas generaciones delgaduchas y menudas hubieran podido escuchar las llamadas de mis amistades hoy se hubieran maravillado, pero desde luego no en el mismo sentido. Cuarenta años. Menudo fenómeno. Como mucho, ellos vivían treinta y cinco.
Pero volvamos al tema original. Veinte juveniles, felices, dorados años.
Me vais a perdonar, pero menuda mierda.
No voy a inventarme un dramatismo que no había. Para empezar nací en un país próspero, en una familia de clase media y con cosas aseguradas de por vida que para la mayor parte de la población mundial serán durante mucho tiempo una leyenda. Atención médica, comida, buena ropa. Si me tiraran de la lenguadiría que era un poco pijo. Las cosas que más preocupan normalmente a los post-adolescentes no se me daban del todo mal, y combinaba el deporte y los libros, salir y estudiar, los colegas y las tías con bastante buena mano.
Y sin embargo, para mí aquello era una mierda. Lo recuerdo con muy poco entusiasmo, si he de ser sincero. Hasta los 21 años tenía hora para entrar en casa (a las 11:05 ya había movida si no entrabas por la puerta). No tenía ningún control sobre mi vida. No podía pasar una noche fuera de casa sin pasar por trances vergonzosos de padres de amigos intercediendo. Si me quedaba solo en casa había control de horarios por teléfono. Para poder hacer en alguna medida lo que me daba la gana -con 19 o 20 años -tenía que mentir e imaginar, o como diría Mulder, ocultar confundir y ofuscar, y eso me causaba un enorme enojo, porque mi carácter lo llevaba muy, pero que muy mal. Me asfixiaba. Para hacer pesca submarina con los amigos tenía que cambiarme en el sótano del edificio, a escondidas, siempre todo a escondidas, porque todo lo inhabitual era peligroso, inconveniente o estaba prohibido "por si acaso". Perdí cinco maravillosos veranos de mi juventud (el verano es increíble en la ciudad costera en la que vivo) para enterrarme en un pueblucho miserable de Castilla en el que me sentía morir y del que solo salía para volver a clase. Tenía una paga semanal humillante, ínfima, exigua y encima me impedían tener un trabajo (suponiendo que hubiera habido alguno) porque no estaba bien visto y había que estudiar. Cada presentación de notas a firmar era una ceremonia humillante para mí, y si encima eran malas ya ni te cuento. Y por si fuera poco me tocó vivir mi juventud en plena crisis económica de los ochenta, cuando encontrar un trabajo siquiera temporal era imposible, y lo único que funcionaba eran los enchufes. Y cuando llegó la hora de elegir una carrera por supuesto fue elegida la más "conveniente", aunque era muy moderno decir a las amistades que podía estudiar lo que yo quisiera (siempre y cuando, claro está, "lo que yo quisiera" coincidiera con sus gustos).
¿Que porqué aguanté? Porque tenía dos hermanos menores. Porque la única opción alternativa era el hambre. Porque no tenía experiencia, porque estaba solo y asustado y porque tenía miedo. No sabía de la vida más que lo que me contaban, y lo que me contaban estaba cuidadosamente preparado para que el miedo no disminuyera. Y también porque aprendí a desarrollar recursos para no morir de rabia. Cuando la única alternativa posible dejó de ser el hambre y fue sencillamente el abandono y la estrechez abracé la oportunidad como quien se abraza a un madero después de un naufragio porque con los tiburones al menos tendrá alguna oportunidad...
No voy a hablar de mis padres. Supongo que pensaban que hacían lo mejor. Imagino que tenían sus propias limitaciones y sus propios miedos. Hicieron lo que pudieron, cubrieron mis necesidades de un modo ejemplar, me dieron una cuidadosa educación y se tomaron su trabajo en serio. Supongo que amaron cuanto sabían o como podían, y además esa no es la cuestión.
Comparado con el de hoy, aquél era también otro país. Y de todos modos, por encima de todas las cosas está el carácter de cada uno, su idiosincrasia, lo que le arde por dentro. Conozco a gente de veintipico años que vive feliz en su jaula de oro y cuyos pensamientos y opiniones son un trasunto de los de papá y mamá. Hay gente que se siente a gusto siguiendo los dictados de otros, gente que espera que le digan qué es lo correcto y cómo proceder. No pienso que sean mejores ni peores que yo. Sencillamente, yo me volvía loco.
La rabia me consumía. De no ser por ciertas válvulas de escape no sé en que me hubiera convertido.
Pero el tiempo pasó. Y lo más importante que trajo consigo el correr del tiempo fue que las limitaciones disminuían, y que iba tomando cada vez más control sobre mi vida. Cada año que pasaba aumentaba el porcentaje de decisiones que tomaba libremente, cada vez eran más las elecciones que quedaban en mi mano. Hay gente que mide la felicidad en la cantidad de sexo, dinero o poder que alcanza, en el prestigio que consigue, en la acumulación de conocimientos o en la cantidad de gente que le quiere. Para mí, la felicidad depende, en buena medida, de algo tan sencillo como mi soberano derecho a hacer lo que me de la gana (siempre y cuando al hacerlo no perjudique a nadie, y aprendiendo a poner la cabeza cuando por una elección propia tal cosa suceda). Y así, a medida que pasaban los años descubría que las responsabilidades, cuando son libremente adoptadas, no pesan tanto, y que las decisiones que uno mismo toma no duelen tanto cuando llevan al fracaso. Me joden, pero son mías, y por lo tanto me joden mucho mejor, y además me besan en la boca...
Y por supuesto, la vida pasa. Porque ya sabéis, es eso que te va ocurriendo mientras tú haces planesy es imposible tener el control total, hacer uno siempre lo que quiere. Están los demás, las limitaciones naturales, la conciencia, la capacidad. Pero precisamente porque hay tantos impedimentos y es tan difícil vivir la vida como uno quiere, la libertad de elegir es una de las cosas por las que merece la pena luchar. Y para poder elegir se necesita un poco de experiencia. Elegir sin saber cuales son las opciones no es elegir.
Ni loco quisiera volver yo a mis veinte años. Ni, dicho sea de paso, a los de nadie.
Me ha costado trabajo llegar aquí con cierta independencia, y en general me gusta donde estoy. Y puede que precisamente por eso, por el control adquirido y por no pensar en lo que los demás consideran o no conveniente, me visto como me da la gana, y tarareo la música que me da la gana, y hablo como me apetece y de lo que me apetece, y no pierdo siquiera un instante en pensar cómo se supone que debería vivir o que pensarán de mí los demás cada vez que hago una cosa diferente.
Y en cuanto a tener el cuerpo de los veinte años, pues no sé...
En primer lugar no recuerdo muy bien cómo era. Hay fotos, sí, pero las fotos no me dicen cómo me sentía en él. He estado tan ocupado viviendo y usándolo que no me he preocupado de medir qué podía o no hacer, y en todo caso he seguido haciendo cosas físicamente -muchas que no me dejaban hacer con aquél cuerpo de veinte -y encima he aprendido algunos trucos. Supongo que cuando lleguen los achaques y los dolores lo echaré de menos, pero la verdad es que no lo sé. El hombre que viva en él dentro de unos años y cuente sus impresiones será en realidad un desconocido con cierto parecido y menos pelo, y no sé hasta que punto estaré de acuerdo con él.
Aunque algunas cosas las veremos igual, me parece. Así que cuidado con los bastonazos...
Vuestro, afectuosamente

Skalagrim.

Postdata: El regalo de hoy no podía ser más adecuado, porque el viejo cachondo sesentón y roquero, Rod Stewart, me ha acompañado durante toda esta perorata, y aunque el disco Very Best hace la elección muy difícil, Rhythm of my Heart me pone la carne de gallina cada vez que la oigo.
Será por las gaitas...

17 septiembre 2005

A buen Fin no hay mal Principio...

... O al menos con ese pensamiento me he consolado hace un instante cuando, a punto de emprenderla con otra cuestión puntual, urgente, encendida y frenética con la que rellener el espacio de este blog me he dado cuenta de que ni siquiera hemos sido presentados. Lamentable. Quienes me conocen han entrado en este blog precisamente porque me conocen (ya tienen bastante con ello) pero de algún modo tengo la sensación de estar siendo descortés y maleducado con quien casualmente pudiera caer en esta página el dia de mañana, o luego, o dentro de un rato, o nunca, o hace tres dias aunque no haya dicho nada. Lo que me recuerda, por cierto, que tengo que poner un contador de visitas. Y añadir más enlaces. Y adecentar un poco esto con botoncillos y fotos raras.
Pero la cuestión no es esa. La cuestión, volviendo al tema principal, es que las cosas no se hacen asi. He entrado por la puerta del Café sin decir buenos días, y he empezado a hablar de mis cosas sin más, y evidentemente el hecho de que Su Obsolescencia me haya presentado antes con unas palabras, además de una mención en su propia web, no sólo no disminuye mi falta, sino que la aumenta.
Damas y caballeros, mis más humildes disculpas. Lamento haber entrado sin haberme presentado: mi nombre es Skalagrim.
En realidad se escribe Skallagrim, pero cuando me dí de alta en las diversas webs en las que el Mundo Ha Sido, las susodichas no admitían tantas letras, y aunque normalmente me odiaría a mí mismo sin remedio por decir lo que voy a decir, quitandole unas cuantas consonantes al final sonaba igual. El nombre procede de "La Saga de Egil Skallagrimsson", del poeta islandés Snorri Sturlusson, pero de mis extraños gustos y de mi fascinación por la literatura medieval y más concretamente por la escandinava hablaremos otro día, cuando toque hablar de vicios. Solo diré que podría llenar varios blogs acerca del tema y del nombre, y que probablemente no serían los peores de los que algún día se puedan leer aqui.
Por lo demás no tengo planes definidos para este blog. O al menos no soy consciente de tenerlos en el aspecto positivo de qué hacer con él, aunque si tengo claros algunos conceptos acerca de lo que no quiero hacer con él: No pienso hablar de mí, ni contar lo que llevo en mis bolsillos, ni hacer un resumen de mi vida, ni detallar el día a día que escribiría en un diario que siempre he sido incapaz de llevar (la sola idea me da escalofrios). Me parece estupendo que otras personas lo hagan, y a veces me gusta leerlo, pero esa no será la naturaleza de este blog. La idea de hablar de mí de un modo directo me incomoda, y siento un extraño pudor ante el concepto de tal exceso de intimidad. Me he dado a mí mismo una educación cuidadosamente victoriana, y sus efectos se notan.
No estoy aqui para hablar de mí, pues. Yo estoy aqui para contar historias.
Este no es un blog acerca de Skalagrim. De hecho, ni siquiera es un blog acerca de la "personalidad secreta" de Skalagrim, ni sobre los detalles de su vida "real". Cada vez que en él se deslicen datos reales de mi vida probablemente lo harán de un modo inconsciente, en la medida de su necesidad para la propia historia, y eso hará que seguramente sean verdaderos porque estaré demasiado pendiente de otras cosas como para acordarme de disimular. Y tampoco se trata de mantener ningún estúpido misterio. Este es, sencillamente, el blog de las cosas que Skalagrim siente y piensa, y sus causas y consecuencias, y su efecto sobre su vida. Son las cosas que le pasan a Skalagrim, y lo que se cuenta es, probablemente, muchísimo más interesante que lo que le ocurre. Porque ahí está la gracia, si es que hay alguna.
Se trata en realidad de lo que soy, de mi esencia, de aquello que me da forma y me define de un modo inconfundible como yo. Hay gente que llega a vivir varias vidas sin lograr enterarse de qué demonios han sido en realidad, y hay unos pocos, afortundos seres, que logran, por encima de las cosas que nunca serán y de aquellas en que se ven obligados a convertirse, saber qué demonios son...
Yo soy un contador de historias, no diré si bueno o malo. Lo era cuando inventaba cuentos en el patio del colegio, siendo apenas un mocoso en mandilón, y será probablemente lo que esté haciendo cuando me muera. Entre un punto y otro habré sido un rio en continuo movimiento: hijo, hermano, estudiante, novio, esposo, amigo, amante, bricolero puntilloso, llorica, padre, gigante... Algunas cosas las seré por turnos, otras en tandas y la mayoria de ellas poco a poco, en paralelo y a la vez. Y sin embargo siempre habrá una constante, sospecho, y esa constante es el motivo de este blog.
Y esta declaración, junto con mi nombre, tendrán que bastaros como presentación, me temo.
Vuestro, afectuosamente.
Skalagrim
Postdata: Iremos incoporando lentamente algunas cosas de interés a la estructura del blog, y al respecto constato con aflicción que nadie ha optado al sugus que estaba en juego en el post anterior. Y aún estáis a tiempo, aunque en breve se convocará un nuevo sugus...
Entretanto y no, iremos iniciando costumbres. A partir de ahora haré en cada post un pequeño regalo consistente en una imagen, una escena o una canción que me hayan hecho sentir un nudo en la garganta y que me hayan acompañado durante estas líneas. Las canciones no puedo colgarlas aquí mismo porque no sé si puede hacerse, no sé como hacerlo y además seguramente sería muy, pero que muy ilegal hacerlo, pero sí puedo daros su nombre y esperar que seáis hábiles y voluntariosos.
El regalo de hoy es Canción de la Luna, de Rusalka, de Dvorak, una de las cosas más tristes y hermosas que jamás haya oído, y que he escuchado un par de veces mientras escribia.

11 septiembre 2005

Una vez más en la brecha, amigos mios...

... O algo parecido llevo gritandoles a mis neuronas desde ayer, intentando animarlas al asalto de este Harfleur amurallado tras la pantalla vacia (buscad, buscad en el Google la referencia, y quien la encuentre se ganará un primer sugus) después de que Su Ilustre Obsolescencia tuviera a bien no sólo inaugurar este blog con sus palabras, sino darle forma html después de tres cuartos de hora de intentos fallidos por mi parte para entrar. No es que no recordara la clave de acceso, es que no me acordaba de como demonios lo había llamado. Tengo que volver a comprarme una agenda de papel para registrar todos los nombres y claves y coordenadas y numeros de registro que la vida digital me obliga a llevar. Toda esta arrogancia digital me perturba y confunde.
Y ahora encima tengo un blog. Penitenciagite.
Reconozco que tardé casi un año en decidirme, y eso después de darle muchas vueltas.
Normalmente siempre comienzo mis delirios y conferencias con una justificación de las mismas, y este blog no podía ser de ninguna manera una excepción, después de tantas dudas y deliberaciones conmigo mismo. Francamente, me parecía un acto de arrogancia por mi parte, no habiendo hecho en la vida nada especialmente señalado hasta el momento, pensar que mis opiniones, desvarios y manias tuvieran algún tipo de interés para los demás. Curiosamente, no aplicaba el mismo rasero a los blogs del resto de los humanos, asumiendo que mucha gente conocida y famosa no tiene absolutamente nada que decir de interés para nadie y sin embargo no se calla ni ahogada, mientras que los blogs de perfectos desconocidos (para mí) que de vez en cuando me encontraba en internet resultaban sumamente interesantes. Tardé un tiempo en comprender que no solo estaba siendo injusto conmigo mismo al aplicarme un rasero diferente -si las personas que yo encontraba interesantes en sus blogs hubieran hecho lo mismo que yo nunca habría llegado a conocer sus ideas - sino que una vez más (en mi vida es un fenómeno recurrente) estaba decidiendo por los demás lo que era correcto y mejor para ellos, absolutamente convencido de estar naturalmente capacitado para hacerlo.
Es curioso que cosas le parecen a uno de sí mismo una arrogancia y cuales no...
Estaba casi convencido del asunto, dandole vueltas a la conveniencia de crear el blog y meditando acerca del nombre y otras zarandajas cuando la vida vino en mi auxilio de una forma casi bíblica, como una revelación. Y tengo que contarlo no solo como parte y raíz de la existencia misma de este blog, sino también como anécdota rectora que guíe a aquellos que se han metido en esta dirección por casualidad, iluminándoles así acerca de la conveniencia o no de quedarse y seguir soportando mis grilladuras, que como referiré a continuación, son notables. Es, enfin, además de una anécdota reveladora, una especie de advertencia...
El caso es que estaba yo perdido en Leroy Merlin buscando macetas pequeñas para trasplantar mis esquejes preferidos una vez arraigados cuando al otro lado de una estantería escuché una conversación. Por su propia naturaleza, la zona de jardinería y huertos de una gran superficie como la mencionada es dominio de señoras bien con jardin y nueras cabreadas porque a sus suegras se les dan bien las plantas y a ellas no, y servidor caminaba por ese valle de las sombras con los filtros adecuados y la actitud indiferente de Aquel A Quien Las Petunias Se La Refanfiflan. Y sin embargo, no estaba preparado para oír lo que oí al otro lado de la estantería, e inevitablemente pasó lo que pasó...
Un cenutrio estaba pidiendo un pluviómetro automático para conectar a una máquina de riego gota a gota. Para los no entendidos diré que un pluviómetro es un ingenio que mide la cantidad de lluvia caída. Reconozco que comencé a maniobrar como supongo que lo haría un Tyrannosaurus Rex en la jungla jurásica al oír los berridos de un cochinillosaurio. El cenutrio quería conectar el pluviómetro a una imaginaria máquina de riego automático gota a gota, de modo que cuando lloviera la máquina no soltara agua, y cuando llevara un tiempo sin llover la puñetera maquinita abriera sus valvulillas burguesas y le regara los asfodelos.
No puedo explicar qué es lo que pasa en esos momentos por mi cabeza. No es algo racional. Probablemente asi se arrancaban por bulerías nordicas los berserkers hace mil años, cuando la sangre estaba menos diluida y la gente tenía idas de olla más naturales. No sé que es lo que lo activa concretamente. A veces es una mirada, otras un gesto, otras una frase colocada en cierto orden en el artículo de un periódico. El caso es que se me va la ollay todo se vuelve rojo como al principio del Drácula de Coppola; el aire se calienta hasta vibrar en mis oídos y antes de que me dé cuenta mis neuronas han enviado las ordenes pertinentes, y yo estoy soltando por esta boquita que se ha vuelto bocaza acido verbal suficiente como para volver ingeniosos durante una semana a todos los colaboradores de "Libertad Digital".
De forma que el T. Rex gira en la estantería, la rodea apoyándose en una pila de sacos de fertilizante para disminuir su aceleración, y casi derrapando enfoca al cenutrio y al paciente muchacho de la camisa verde con sus ojos de depredador, y cuando ellos se vuelven desconcertados exclama:
"Atiende, chatín, si quies tener algo que se mueva como si estuviera vivo y no mirar pa ello, ¿porque no compras un reloj de cuco, que también se programa...?"
Lo he escrito fonéticamente, pero el acento es intransferible vía web. Y lo siento, porque la verdad es que se pierde parte del mensaje, sin el acento...
Supongo que, como casi siempre, tengo suerte. El vendedor abre unos ojos como platos, y el cenutrio de jersey azul Lacoste de cuello redondo impecablemente planchado alza los hombros y se desliza hábilmente por detrás suyo, emprendiendo la huída en busca de Pocholina, que estará eligiendo lámparas con su madre. Alguien va a tener que seguir regando las malditas flores, pero todavía no sabe como explicárselo. Al parecer están vivas, o algo asi. Y de volver a Leroy Merlin nada, que hay gente muy rara. Que venga ella sola, que para eso hay dos coches...
Impávido, el vendedor me pregunta si deseo algo y le pregunto por las macetas pequeñas. No tienen, pero me compro un semillero, a modo de compromiso no enunciado. Al fin y al cabo, me digo, le he jodido una venta.
Pero la cuestión no es esa. La cuestión es que un dia se me va a acabar la suerte y me van a partir la cara. La cuestión es que no soporto muchas cosas, y cada día las soporto menos (será la edad, aunque yo esperaba otra cosa, un cierto enfriamiento de la sangre, más bien). No soporto a los niños maleducados, a los padres imbéciles, la defenestración social a la que estamos asistiendo con nuestra indiferencia, la imbecilidad colectiva en la que nos hemos zambullido como cerditos satisfechos en charca grumosa, la incultura creciente y galopante, las vaciladas de la Iglesia Católica, la memez de toda nuestra clase política... La lista, en fin, se hace interminable, y en lugar de ir a menos más bien crece. Y no sé si me estoy convirtiendo en un intolerante o si es el primer paso antes de lanzarme a la noche en chandall con un esquijama y los calzoncillos por fuera, a ejercer de Batman gordo y pobre, pero el caso es que algo tengo que hacer. Y la escenita de Leroy Merlin me abrió los ojos, como a San Pablo, pero sin caidas dolorosas ni ánimo de montar sectas de larga duración.
He pensado pues que lo del blog podía ser una válvula de escape. Un lugar donde contar y desahogar, donde enumerar, delirar y desvariar a gusto para al dia siguiente poder afrontar a los imbéciles que se creen que las plantas son cosas programables que no merecen al menos una mirada y una cierta atención responsable después de plantarlas... y hacerlo con una tolerante y esforzada sonrisa.
Y bueno, qué demonios, si George W. Bush puede ser presidente de los Estados Unidos, seguro que yo puedo tener mi propio blog. Al igual que George, no se muy bien que hacer con lo que ya tengo entre manos, pero yo al menos no he hecho trampa para estar aqui, y desde luego no pienso invadir otros blogs para hacerme con sus fotos y sus fuentes true type. Y eso que me vendrían de cine...


Skalagrim

10 septiembre 2005

No hay recompensa que compense esto

Pues eso, donde éramos pocos parió mi güela y por si uno no estaba puteado, llega el cretino éste y le obliga a a escribir el post de presentación en su blog. O sea, ni siquiera actualizo el mío y tengo que actualizar el suyo.

En fin. En los últimos años "He visto cosas que vosotros no creeríais" al lado de Su Cretinez el Gran Skalagrim. Y, dentro de poco, vosotros también podréis verlas.

Y, sobre todo, don't loose your head, como le dijo James Bond a Tarzán en cierta ocasión.

Un saludo a todos y me retiro. A partir de ahora será el infame quien postee aquí. Yo, como mucho, dejaré algún comentario mordaz, hiriente, infamante, insultante y malévolo a sus posts... eso sí, siempre de buen rollo, sin acritud y con talante.

Nos vemos.

Ah, se me olvidaba. Queda inaugurado este pantano.

Rudy.
URL: www.stopdesign.com